viernes, septiembre 16, 2005

Es asi...

E ste instinto, ancla intemperante, que me lleva al desafió constante, que somete en crudo la voluntad mas férrea, mas indómita. Gobierna con peso de milenios, transmuta en dóciles hojas al viento, cada certeza, cada atisbo de razón. Aferro uñas en arena de traición, la que a cuestas llevo, la que abraza mi sombra. Sangra el esfuerzo, el vuelo fallido. No responde esta atmósfera llamada carne, ni mis mares, ni mis llanos, ni mis ríos, que desbordan sin freno, humedeciendo el pudor y el descaro. Cada pálpito de vida, grita en llamas, escupe hambre, transpira arrebato, impregna mi cielo. Ya no hay regreso, ni tregua, ni bandera blanca, solo dejarse ir, morir en densos y profundos temblores, que penumbran el norte. Y mi esencia, perpleja, sin dar crédito, queda intacta, pero dolida.
Este instinto, ancla.................

miércoles, septiembre 14, 2005

Invagando


C amino de supuestos, que ante mí, en carrusel de antojos, se presencian y esfuman, sin estela de lo cierto, mucho menos lo sentible. Tratar el enfoque, hacia evento en sospecha, hiere retina de carne y espíritu, transparenta sólidos y queridos anhelos, destierra aromas en versos. Interpelo en rostro, en húmedo suelo, hago chasquidos en denso viento, mas no desvela, ni en arrebato, ni en sutil. Trancito en ingrávido, no en torrente, vomito el gris, el genérico, la mueca de feria, pero las arcadas no se detienen, no mientras no germine en tierra dulce, en fuego húmedo, en hielo tibio.

domingo, septiembre 11, 2005

Pre concebido

J unto a un torrente de calido néctar, de abrazo húmedo, surgió en grito de conquista; desenfundo el corazón, cual armadura secreta. Desato entonces, un rumor de nobleza desconocida. Se dice que en su atisbo, abrazo mares y tierra, desterró de si, el ego, la codicia, el desamor. Extendiendo sus manos, con sonrisa en piel y alma, llenó de azul gris todo cuanto vio, y todo cuanto quedo por ver. Pronto, rayos dorados se hicieron conocer, cual oro fundido, cual hijo del sol.
El camino no pudo ser más pétreo, más oleoso, pero en majestuosa creatura, no hay límites, no hay asomo de cansancio del ser. Brilla en intima humanidad, en humana intimidad. Se han visto frondosas lagrimas recorrer su fas, tras arrebato de dolor, mas no del propio, si no de quienes guarda con celo feroz.