miércoles, noviembre 02, 2005


Calle Luna Calle Sol
Recuerdo que cuando niño, iba a casa de mi abuela, su hermana y esposo, a quien llame abuelo y quien se comporto siempre como tal, en fin, vivían juntos en un apartamento en la calle luna en San Juan, no me pregunten ¿por que?, no se si en ese tiempo existían los “threesomes”. Siempre me pareció llegar a un mundo desconocido y por explorar, ¿se imaginan?, tesoros escondidos bajo las losas españolas, ¡si, levante alguna de ellas!, para ser honesto, si me dejan, hubiese desmantelado el piso, así somos cuando niño, OK, tal vez me pase de presenta’o.
Al llegar siempre mi abuelo estaba sentado a la mesa del comedor, que quedaba como una recepción en la sala, literalmente lo era, mi abuelo era negociante, tuvo su negocio, no recuerdo de que, al menos cuando Yo tenia uso de razón, ya lo había dejado, años mas tarde, mi hermano me dijo que también era bolitero, ¡sip!, también en esa época habían sus trucos, ¿Quien no la ha jugado alguna vez? Mi abuelo fue uno de esos hombres en su tiempo, con un carro y comodidades, no creo que llegara a ser millonario, de ser así, Yo estuviera viviendo en alguna parte de Italia, y no en un barrio de Guaynabo City, bueno, ¿Quién sabe? .Creo que hay cosas que tengo que hablar con mi madre.
A El lo visitaba mucha gente por razones de salud, era una de esas personas que se embadurnaban las manos con manteca de ubre de baca y le curaba los disloques y no se que mas a la gente, no tengo idea si cobraba por eso, supongo que si. Un día de esos en que los visitaba, me puse a observar como curaba a un señor, luego que se retiro el caballero, pregunte ¿por que hacia eso?, y El me contesto que era un doctor, a lo que Yo respondí, que era un DOCTOR MIERDA, ¡si! eso que leyeron,¡a buena hora!, se rió como pocas veces lo había escuchado, creo que eso me salvo de una buena pela, pero luego del chistecito, cada vez que llegaba alguien se lo contaba y reían de lo lindo, a mi nunca me pareció tan gracioso.
Es evidente que siempre he sido boqui flojo, y eso me ha traído varios problemitas en mi vida, pero hay cosas en nosotros que nos superan y se nos hace cuesta arriba cambiarlas.
Mi abuela siempre estaba en la cocina, ahora que recuerdo la casa era de la hermana y su esposo, mi abuelo postizo. Como les decía, mi habuela siempre estaba en la cocina, o limpiando, quizás con eso pagaba el cuarto que tenia en el apartamento. Si, triste realidad, mi abuela no era la de los verdes, pero trabajaba mucho, lo recuerdo bien, creo que eso no lo heredé, bueno, tampoco la nariz enorme que tenia, tampoco los ojos verdes, ¿ya ven? ¡esta vida es injusta!
Me gustaba mucho llegar e inmediatamente ir a ducharme- ya perdí un poco esa emoción- por que había una bañera enorme que llenaba de agua, convirtiéndola en mi lago privado, claro que tan bien avían inundaciones, pero de eso se encargaban los demás, con cubos y mapo, había que hacer efectos especiales que solo Yo entendía y las lombrices negras que salían no se de donde, convirtiéndose en las enemigas a combatir, siempre me ha gustado la ciencia ficción.
Hubo un día muy extraño. Todos escuchaban la radio atentamente, luego un rumor de llanto inundo toda la atmósfera, vi lagrimas y lamentos, luego al tiempo me entere, que había sido la muerte de Roberto Clemente. Es extraño como cuando somos niños, todo es mas grande, mas lejos, o mas confuso.
Recuerdo también los cines x, en ese tiempo no sabia que eran, pero lamento que esa parte de la cultura se halla perdido.
RECUERDOS EN LA LUNA (continuación)

Siempre había visita en casa de mi abuelo, familia o conocidos, Yo me refugiaba en los rincones de mi Disney privado. Había una puerta en el cuarto de mi abuela que nunca se abría, -al menos no mientras Yo estaba- con cadenas asta el techo, que se alaban para abrir, estaba pillada con el espaldar de la cama. ¡Si!, ese era un asunto para Tao, Presen Tao, Yo tenía que saber lo que avía, pero siempre llegaba alguien a interrumpir mi misión. Un buen día de reyes, logre abrir la puerta y resulto ser un closet, lleno de cosas interesantes, ¿se imaginan mi cara?, había que trepar y muy alto, los que han entrado a uno de esos apartamentos, sabrá de lo que hablo. Encontré una caja fuerte y adentro había documentos que seguramente eran de los tiempos de Ponce De Leon, monedas de plata, ¡Woa!, ¿el tesoro de algún idiota español? ¡No!, el de mi abuelo, que si me agarraba me dislocaba todos los huesos. Tuve que ponerlo todo tal como lo encontré, después de eso no pude abrirla más.

Me fascinaba ir a ver las vitrinas de González Padin, no faltaban las estampas navideñas con movimiento, y los acostumbrados corgalejos de las calles. Los tres Reyes Magos en la loma frente al capitolio. Los “gipis”, diantre, me acuerdo haber visto de esos también, que locura. ¿Será que ya no tengo veinte años?

Al lado contrario de donde vivía mi abuelo, vivía la prima de mi madre, Amelia, siempre iba a visitarla, pues era como entrar a la dimensión desconocida, tenia cosas raras por todas partes. Recuerdo que en las navidades, montaba un nacimiento enorme, con efectos de luces y demás, a mi me parecía raro, principalmente por que era mas fanática de Walter Mercado que de ir a la iglesia. Siempre se pintaba su pelo de rojo, ahora que lo pienso, no me extraña que tuviese un caldero conteniendo patas de sapo, alas de murciélago y que se Yo que mas. Su mirada siempre fue tan extraña como ella, algo indescifrable.

Su hijo no se quedaba atrás, tenía una colección enorme de barcos y aviones de guerra. Puede que para alguna gente resulte natural, pero siempre me pareció algo obsesivo con eso. Años mas tarde murió en la guerra de Beirut, causalidades supongo. Recuerdo que José Estebes cubrió la misa, entre otros reporteros. Jamás entendí el circo en que se convirtió todo aquello. Alguien había muerto, una madre estaba dolida y desgarrada, y las noticias con su noticion del día. Fue en los 80’s, nada a cambiado.

Mi abuela siempre hacia tembleque, en las navidades, creo que es el mejor tembleque que recuerdo haber comido jamás. Al llegar, a penas saludaba, corría a la nevera a buscar el manjar de coco y canela, ¡que rico! Es raro, mi abuela fue una mujer inteligente y educada, pero siempre hubo una distancia entre ella y Yo. No recuerdo que me tratara con aspereza, pero tampoco con el cariño que todos esperamos de una abuela. Eso me hace entender un poco la distancia emocional que mi madre a tenido con mi hermano y con migo.

En la despedida del año viejo, al llegar las doce, todo el mundo tiraba baldes de agua a la calle, se veia extraño eso, casi pensaba que era tonto, cuando me explicaron por que lo hacían, confirme que lo era. Tal vez mi pragmatismo no entendía que la gente recurre a esos rituales. Hoy día se pensaría mejor antes de botar el agua. ¡Gracias Aníbal!