Creo que soy de los pocos que tienen pavor, a las llamadas reuniones de la clase graduada. Así como lo leen, me da miedo verme reflejado en los demás, pues no me quedaría otro remedio más que aceptar que ya no tengo 18, ni 25…, ni…….. 35, ¡joder!
Pero la cosa no queda ahí. Se supone que pongas al día a todo el mundo, desde el mismo día de la graduación, porque nadie quiere perderse esas historias fascinantes en tu vida, “que estás loco por contar” y por supuesto con todos rodeándote con cara de que en algún momento dirás algo que tendrán que tirarse al suelo a reírse.
Pero claro, haces un recuento mental de tu vida, que te provoca no solo ganas de llorar, pero también de salir corriendo despavorido. Sin duda hay momentos entretenidos en todo esto. En algún lado.