Despertar
Sospecho que no sospecho,
del capricho incesante y aplastante,
del saberse vetado, al flujo maltrecho de lo normal,
lo cotidiano. Me invaden escalofríos y fatiga,
que derrotan voluntad recién rescatada.
Tengo la orbita imantada, rebotando en su afán de pertenecer,
de fusionarse, de arrimar a hoguera de regazo.
Sospecho que no sospecho, de la cobardía enaltecida,
del criterio prestado, de la humanidad dormida.
Reciclo suspiros ajenos, capturo aromas foráneos,
escucho el silencio del tiempo.
Sospecho que no sospecho, que el laberinto del sentir,
no tiene meta ni surco.