Puerto Rico bajo secuestro
“El síndrome de Estocolmo es un estado psicológico en el que la víctima de secuestro, o persona detenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con su secuestrador. En ocasiones, los prisioneros pueden acabar ayudando a los captores a alcanzar sus fines o evadir a la policía”. (Wikipedia)
Así reza en la enciclopedia cibernética y se me antoja compararlo con las manifestaciones políticas y sociales de los puertorriqueños.
Y es que no hay una definición -según mi criterio- más cercana o precisa. Según lo que conozco de la historia, nosotros pasamos de un poder (secuestro) a otro, de los españoles a los estadounidenses sin que hayamos tenido mucho que ver con esos acontecimientos, si no es así, que me traigan las pruebas.
Dicho lo anterior, queda claro que cuando los puertorriqueños esbozamos un inusual apego a la nación que nos inva-secuestro, no es otra cosa que un síndrome de apego sicológico y no necesariamente una acción meditada y balanceada según los criterios más estrictos que entiendo ameritan las relaciones entre naciones o individuos.
Peor aún, en nuestro caso, somos hijos del secuestrado, lo que infiere que nuestra realidad no es el secuestro, si no la del secuestrado que se convirtió sicológicamente en secuestrador. Y si esto parece trabalenguas al leerlo, imagínese vivirlo.
Yo acuso a los Estados Unidos de América de secuestrar a mi isla y exijo la estadidad para Puerto Rico, o algo así.