RECUERDOS EN LA LUNA (continuación)
Siempre había visita en casa de mi abuelo, familia o conocidos, Yo me refugiaba en los rincones de mi Disney privado. Había una puerta en el cuarto de mi abuela que nunca se abría, -al menos no mientras Yo estaba- con cadenas asta el techo, que se alaban para abrir, estaba pillada con el espaldar de la cama. ¡Si!, ese era un asunto para Tao, Presen Tao, Yo tenía que saber lo que avía, pero siempre llegaba alguien a interrumpir mi misión. Un buen día de reyes, logre abrir la puerta y resulto ser un closet, lleno de cosas interesantes, ¿se imaginan mi cara?, había que trepar y muy alto, los que han entrado a uno de esos apartamentos, sabrá de lo que hablo. Encontré una caja fuerte y adentro había documentos que seguramente eran de los tiempos de Ponce De Leon, monedas de plata, ¡Woa!, ¿el tesoro de algún idiota español? ¡No!, el de mi abuelo, que si me agarraba me dislocaba todos los huesos. Tuve que ponerlo todo tal como lo encontré, después de eso no pude abrirla más.
Me fascinaba ir a ver las vitrinas de González Padin, no faltaban las estampas navideñas con movimiento, y los acostumbrados corgalejos de las calles. Los tres Reyes Magos en la loma frente al capitolio. Los “gipis”, diantre, me acuerdo haber visto de esos también, que locura. ¿Será que ya no tengo veinte años?
Al lado contrario de donde vivía mi abuelo, vivía la prima de mi madre, Amelia, siempre iba a visitarla, pues era como entrar a la dimensión desconocida, tenia cosas raras por todas partes. Recuerdo que en las navidades, montaba un nacimiento enorme, con efectos de luces y demás, a mi me parecía raro, principalmente por que era mas fanática de Walter Mercado que de ir a la iglesia. Siempre se pintaba su pelo de rojo, ahora que lo pienso, no me extraña que tuviese un caldero conteniendo patas de sapo, alas de murciélago y que se Yo que mas. Su mirada siempre fue tan extraña como ella, algo indescifrable.
Su hijo no se quedaba atrás, tenía una colección enorme de barcos y aviones de guerra. Puede que para alguna gente resulte natural, pero siempre me pareció algo obsesivo con eso. Años mas tarde murió en la guerra de Beirut, causalidades supongo. Recuerdo que José Estebes cubrió la misa, entre otros reporteros. Jamás entendí el circo en que se convirtió todo aquello. Alguien había muerto, una madre estaba dolida y desgarrada, y las noticias con su noticion del día. Fue en los 80’s, nada a cambiado.
Mi abuela siempre hacia tembleque, en las navidades, creo que es el mejor tembleque que recuerdo haber comido jamás. Al llegar, a penas saludaba, corría a la nevera a buscar el manjar de coco y canela, ¡que rico! Es raro, mi abuela fue una mujer inteligente y educada, pero siempre hubo una distancia entre ella y Yo. No recuerdo que me tratara con aspereza, pero tampoco con el cariño que todos esperamos de una abuela. Eso me hace entender un poco la distancia emocional que mi madre a tenido con mi hermano y con migo.
En la despedida del año viejo, al llegar las doce, todo el mundo tiraba baldes de agua a la calle, se veia extraño eso, casi pensaba que era tonto, cuando me explicaron por que lo hacían, confirme que lo era. Tal vez mi pragmatismo no entendía que la gente recurre a esos rituales. Hoy día se pensaría mejor antes de botar el agua. ¡Gracias Aníbal!
Siempre había visita en casa de mi abuelo, familia o conocidos, Yo me refugiaba en los rincones de mi Disney privado. Había una puerta en el cuarto de mi abuela que nunca se abría, -al menos no mientras Yo estaba- con cadenas asta el techo, que se alaban para abrir, estaba pillada con el espaldar de la cama. ¡Si!, ese era un asunto para Tao, Presen Tao, Yo tenía que saber lo que avía, pero siempre llegaba alguien a interrumpir mi misión. Un buen día de reyes, logre abrir la puerta y resulto ser un closet, lleno de cosas interesantes, ¿se imaginan mi cara?, había que trepar y muy alto, los que han entrado a uno de esos apartamentos, sabrá de lo que hablo. Encontré una caja fuerte y adentro había documentos que seguramente eran de los tiempos de Ponce De Leon, monedas de plata, ¡Woa!, ¿el tesoro de algún idiota español? ¡No!, el de mi abuelo, que si me agarraba me dislocaba todos los huesos. Tuve que ponerlo todo tal como lo encontré, después de eso no pude abrirla más.
Me fascinaba ir a ver las vitrinas de González Padin, no faltaban las estampas navideñas con movimiento, y los acostumbrados corgalejos de las calles. Los tres Reyes Magos en la loma frente al capitolio. Los “gipis”, diantre, me acuerdo haber visto de esos también, que locura. ¿Será que ya no tengo veinte años?
Al lado contrario de donde vivía mi abuelo, vivía la prima de mi madre, Amelia, siempre iba a visitarla, pues era como entrar a la dimensión desconocida, tenia cosas raras por todas partes. Recuerdo que en las navidades, montaba un nacimiento enorme, con efectos de luces y demás, a mi me parecía raro, principalmente por que era mas fanática de Walter Mercado que de ir a la iglesia. Siempre se pintaba su pelo de rojo, ahora que lo pienso, no me extraña que tuviese un caldero conteniendo patas de sapo, alas de murciélago y que se Yo que mas. Su mirada siempre fue tan extraña como ella, algo indescifrable.
Su hijo no se quedaba atrás, tenía una colección enorme de barcos y aviones de guerra. Puede que para alguna gente resulte natural, pero siempre me pareció algo obsesivo con eso. Años mas tarde murió en la guerra de Beirut, causalidades supongo. Recuerdo que José Estebes cubrió la misa, entre otros reporteros. Jamás entendí el circo en que se convirtió todo aquello. Alguien había muerto, una madre estaba dolida y desgarrada, y las noticias con su noticion del día. Fue en los 80’s, nada a cambiado.
Mi abuela siempre hacia tembleque, en las navidades, creo que es el mejor tembleque que recuerdo haber comido jamás. Al llegar, a penas saludaba, corría a la nevera a buscar el manjar de coco y canela, ¡que rico! Es raro, mi abuela fue una mujer inteligente y educada, pero siempre hubo una distancia entre ella y Yo. No recuerdo que me tratara con aspereza, pero tampoco con el cariño que todos esperamos de una abuela. Eso me hace entender un poco la distancia emocional que mi madre a tenido con mi hermano y con migo.
En la despedida del año viejo, al llegar las doce, todo el mundo tiraba baldes de agua a la calle, se veia extraño eso, casi pensaba que era tonto, cuando me explicaron por que lo hacían, confirme que lo era. Tal vez mi pragmatismo no entendía que la gente recurre a esos rituales. Hoy día se pensaría mejor antes de botar el agua. ¡Gracias Aníbal!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario