jueves, septiembre 22, 2005

Rito

S iempre llegas tan tímida, me observas vacilante, cristalina, destellante, nunca sabes el rumbo a tomar, solo continuas. A veces llamas la atención abrazando mi mirada, que traviesa que te pones. Siempre he sabido que estas presente en todo cuanto vivo, cuanto siento, ¿acaso tienes remedio?. Me acaricias el rostro, dibujando el contorno, con la ternura que solo tu sabes dar, tibia, fresca, grácil.
Confieso que a veces soy muy brusco, y te separo tan pronto llegas, es que mi orgullo me traiciona, tenerte frente me vulnera, y eso es algo que no muchos entienden. Quizás le temo a la burla, a este complejo en género, que me oculta en manto de bufón. No me hagas caso, insiste, ¡que rayos!, siempre deseo tu compañía, bueno, no siempre te confieso.
Cuando llegas tras tu rastro, me escuchas cantar, si, esa melodía que amas, la que te hace brillar al sol, sabes de sobra el bien que me hace, ¡sabia que eres!. A veces te canto hasta quedar sin voz, sin aliento, entonces me duermo, abrazado a ti.

miércoles, septiembre 21, 2005

Aun...
U n aire frió recorrió mi nuca, anulando todo tipo de pensamiento, sentí el tiempo detenerse, como un tren impactando un muro indeleble. Gire la mirada hacia un destello, no pude ver silueta ni sombra, la luz me segaba. Entonces una avalancha de imágenes y pensamientos, atestaron mi mente, mis sentidos, mi razón. Gire la mirada hacia el lado opuesto, vi miedo, angustia, y una pregunta que se clavaba fría, acusatoria: ¿que harás?, sencillamente no supe que decir, una sola silaba, hubiese consumido siglos. Devolví la mirada a la luz, era inminente, tan cerca de mi piel que erizaba cada poro. Nada importaba, ni textura, ni caricia, ni odio. Un segundo después, o una eternidad, observe incontables miradas, incrédulas, morbosas. Llene mis pulmones, y proseguí en letargo, con mas preguntas que respuestas.

lunes, septiembre 19, 2005

¡Hoy!

H oy camine en compañía silente; mi sombra celosa, alargo sus pasos en señal de protesta. No tuve tiempo de explicarle. Olvida siempre la visita, esa que me toca a la puerta del cansancio, que me abraza sin forma, sin materia. Casi llego al agrado, al acomodo, pero arde, arde mucho. Me dice que soy testarudo, que debo aceptar lo liviano, lo burdo, lo sencillo, también que me levante, que luche sin tregua, con dientes y uñas. Visita extraña esta, a veces parece saber todo de mi, otras veces absolutamente nada. Doble filo, con miel en ambos extremos, así la siento. ¡Que carajos!